Gran parte de nosotros tenemos historias memorables con nuestros abuelos, esos seres que nos daban un tipo de amor diferente, un amor indiscreto, uno que no puede compararse con el de nadie más.
Y es que ellos, al solo llegar, se convertían en nuestros cómplices para esas cosas que mamá y papá no permitirían, así como así, y el abuelo nos podía dar de esos caramelos super dulces, o la abuela preparaba ese postre riquísimo que podíamos comer sin haber acabado el almuerzo…
Crecemos y vemos como su fuerza no es la misma que hace un tiempo, ya no pueden caminar las mismas distancias y cada vez, duermen más.
Nos sentamos con ellos, ahora a su lado, para escuchar las historias de cuando eran más jóvenes y el mundo era un lugar mas simple. Nos dan sus consejos, esos de quienes ya han vivido la experiencia y las consecuencias de sus decisiones, y aunque no muchas veces hicimos caso, si recordamos sus palabras.
Hoy recordamos a quienes nos quisieron con un amor distinto, no fuimos sus hijos, pero estaban dispuestos a darlo todo por nosotros, y realmente lo hicieron, nos dieron lo mejor que tenían y s legado permanece hasta hoy.
Te puede interesar
Adquiere estos libro en Amazon y descubre la riqueza de la historia familiar que se encuentra esperando ser contada:
Y hoy, una foto algo amarillenta me recuerda cuando, sentado en el regazo de mi abuelo, el me contaba historias fabulosas. En otra foto veo a mi abuela, siempre sonriente, preparando un rico pastel, y casi puedo sentir su aroma…
Loa abuelos deberían ser eternos, y aunque no los tenga conmigo hoy, están en mi corazón, en mis pensamientos, en mi historia de vida.